Lo que estamos viviendo actualmente es semejante a lo que nos
narra el libro del Éxodo: "Extendió pues Moisés su mano hacia el cielo, y
hubo por tres días densas tinieblas en todo el país de Egipto, no se veían unos
a otros, y nadie se levantó de su sitio por espacio de tres días, mientras que
todos los israelitas tenían luz en sus moradas". (Éxodo 10, 22-23)
En el mismo país hay dos tipos de familias: las egipcias y
las israelitas.
¿Cúal es la diferencia?
Muy sencilla, unas están en tinieblas y las otras tienen
luz.
¿De qué lado queremos estar?
¿Vamos a construir nuestra vida familiar sin tomar en cuenta
la luz de Dios?
¿Vamos a decidir por nosotros mismos qué hacer con el
matrimonio y la familia?
Con cuánta sabiduría los obispos de América Latina nos
dicen: "El matrimonio y la familia en el proyecto original de Dios son
instituciones de origen divino y no producto de la voluntad humana..."
(Santo Domingo 211)
Lo menos que podemos hacer es reconocer con humildad los
"Derechos de autor" de Dios.
Cuanto se habla de los derechos humanos, de los
"Derechos de propiedad intelectual" pues sería bueno hablar de los
"Derechos Divinos" y reconocer que el matrimonio y la familia por ser
instituciones de origen Divino, tienen leyes y principios establecidos por su
Creador.
Desconocer esas leyes o ignorar los principios, peor aún a
pesar de conocerlos no respetarlos, tienen consecuencias tan desastrosas como
las que estamos viviendo.
Siempre ha sido difícil la convivencia entre los seres
humanos; podemos imaginar las dificultades que se dan en el seno de una
familia, en donde se relacionan: Hombres, mujeres, niños, adolescentes,
ancianos...todos ellos con intereses diferentes y maneras muy distintas de ver
la vida.
Si cada uno actuara con responsabilidad, asumiera con
madurez el papel que le corresponde y buscara su bien y el bien de los demás,
podríamos desarrollarnos en un ambiente de paz, al lado de las personas que
amamos y que nos aman.
Pero: ¿qué es lo que en realidad viven muchas de nuestras
familias?
Conflictos, frustraciones, tristeza, separación, soledad,
divorcio, abandono y tantas otras cosas que se resumen en una palabra fría:
"Desintegración familiar".
Muchas veces no actuamos por maldad si no por ignorancia.
Dios que nos conoce, sale a nuestro encuentro para darnos luz.
Cuando no buscamos la verdad, o peor cuando rechazamos la
luz que El Señor nos está dando, entonces comenzamos a actuar por la dureza de
nuestro corazón.